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EL PRIMER WOOKI

  /  Diego Quirós - Director Creativo   /  EL PRIMER WOOKI

EL PRIMER WOOKI

Del AMPM de Guachi 700mts norte…

…estuvo nuestra primera oficina, el parqueo siempre fue un problema, con solo 2 espacios solo a un lugar podíamos mandar a parquear a los clientes. Pero ya que salimos de lo único malo que tenia que ofrecer el poco famoso EDIFICIO BARETA, le contamos a usted, querid@ lect@r, más que con nostalgia, con agradecimiento, todas las cosas buenas de las primeras paredes que albergaron el hambre colectiva de los Wookis.

Una despensa “walk-in”… justo al lado de nuestro oficina resultó estar el primer Auto-Mercado de Guachi, al cual, pusimos su nombre bien a prueba. Cuando faltaba el “buen samaritano”, con un simple juego de piedra-papel-tijera rifábamos quien sería el Wooki en pegarle una visita al vecino y comprar el 98% de las veces, nuestro querido “pan líquido”.

Contaba con un estadio… de ping pong que también funcionaba como mesa para reuniones y las siempre provechosas y divertidas sesiones de peloteo. Eso sí, todos los eventos que celebraba, siempre estaban curados por la aguja, el torna mesa y una amplia selección de vinilos que abarcaban desde el primer disco de Los Hicsos hasta el Black Album de Metallica.

Pero hablemos del torna… abierto para todo el mundo pero prohibido para varios artistas. Con una colección compartida de viniles (con muchas joyas dependiendo de su gusto musical) y buenos parlantes, todos los días el primer paso de cualquier Wooki era escoger de la audioteca y prender por primera vez el torna de la oficina con lo primero que se topó o después de una buena escarbada, lo que de verdad quería escuchar. Varias agujas pasaron a mejor vida en nuestra oficina en el edificio Bareta, un local donde las paredes no hablan, cantan.

Doña Flor, la “agüela» que siempre tuvo intenciones de limpiar. En reiteradas ocasiones nos preguntamos si lo mejor para la oficina y los alérgicos era prescindir de los servicios de nuestra querida Doña Flor; pero su cariño, carisma y el buen yodo la convirtieron en un gato de incontables vidas. 

El mural… un “tatuaje” marcado para siempre en mente, alma y corazón.

Ubicado en el patio trasero de la oficina, era un prueba viviente de porqué tenemos la palabra colectivo en nuestro nombre. Juntos y con mucha paciencia, nos tiramos a pista con pinturas, brochas, birras, música y un proyector para crear un regalo de nosotros, para nosotros que decía: Manténgala Real. (En nuestra oficina actual existe una nueva versión del mismo mantra).

Como toda despedida, tuvo una mezcla de sentimientos: tristeza por el desapego y emoción por lo nuevo. Y aunque muchas cosas de nuestra primera oficina sí vinieron con nosotros en las cajas de mudanza, no todo lo que nos trajimos del Edificio Bareta fue material.